HISTORIA DE LAS PALABRAS UN DÍA
La voz suave y
melodiosa comienza a explicar las razones que allí nos convocan y voy
conformando una idea que en principio me parece dolorosa. Pero intuyo también
que mientras atentos escuchemos las dudas traídas se aliviarán y una luz en mi
mente surgirá, posible. La espera de la certeza obrará como el aire que nos
mantiene vivos, entonces es necesario seguir los laberintos que insinúa la voz.
Cada tanto, una
veta punzante, cuando salgo del hipnotismo en el que estoy sumergida percibo
una emoción erótica. La sigue un displacer; aprendizaje es ruptura.
El tiempo es
vacío y allí estoy, subyugada. La idea
que llegó dolorosa ahora ya es mía. La voz continúa explicando; las razones
giran como llevadas por las astas de un molino. Y yo suspendida en medio del
salón, venciendo la ley de gravedad, con ganas de saltar hacia las palabras que
aún no son dichas. ¿Acaso permanecen guardadas en esferas doradas, girando como
la suerte de las loterías, mezclando las letras, los temas, las verdades
ocultas?
Las palabras son mágicas cuando son
imprevistas, causan hastío cuando dicen mentiras, endulzan con azúcares negros
mientras seducen, después se agotan, se gastan, se olvidan. Son frágiles o
duras, inoportunas, necesarias, vitales, mortales, superferolíticas.
Quien las dice
puede sentirse el Papa o un mendigo. A veces una persona que quiere ser como
otras. Quien las oye está expuesto a un arma que hiere, a una ilusión que se rompe,
a tiempos regalados al aburrimiento, al placer de recomponer el mundo.
Esa tarde, la
clase duró más de lo convenido. Salí transformada; en mi mente un pentagrama
con notas inefables. Comprender es dejarse nacer.
A. López dic/91
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