Formas dispersas

Formas dispersas
Formas-Tinta china dibujo de I.A. G.G. (copyright)

martes, 23 de septiembre de 2014

DOS TEXTOS DE LA ESCRITORA ARGENTINA ALICIA LÓPEZ (COPYRIGHT, 2014)

EL MALESTAR DE LOS DIFERENTES ORGANOS
 EN LAS INFLAMACIONES

Todo comienza con una puntada en algún lugar del abdomen. La aguja puede ser saltarina y pasar del bajo vientre a la espalda doblando por la zona lumbar e instalarse después en el hueso sacro a las tres de la madrugada.
Dentro de un cuerpo suelen haber importantes conciliábulos que, como la elección papal, pretenden ser secretos. Puede ser el intestino cargado, inflamado, pleno de sustancia quieta, pero no muerta, (que tiene su significado y su sentido), sujeta a movimientos peristálticos que, solo si quieren, le dan salida. O la conminan a permanecer como sustancia inerte.
Cuando las paredes de este órgano visceral transmiten comunicados catastróficos, los tejidos renales se hacen eco, alteran su cotidiano vivir, provocan dolor de cistitis mientras sustancias tóxicas se predisponen a acrecentar su potencial belicoso y demandarán análisis de laboratorio. Es una de las señales del entendimiento entre los habitantes de esa cavidad, que también tiene ovarios, trompas y útero coordinados en ciertas épocas. Alterados por problemas ajenos a su ecología, también reaccionan irritados y se inflaman. La expresión sanguínea redime su suerte en su ciclo astral. Sangre pasional, es también alivio y arrastra el aullido mudo de esa exasperación que generó un vientre endurecido, desdibujada también la cintura.

Zona baja, inquilinos de trabajo rudo, producción, metabolismo, desechos. Zona recia, con conflictos de quien debe batallar sin resultar depositaria de  alabanzas de poeta. El corazón, más arriba, regula ritmos, cadencia los suspiros, mientras los intestinos, el hígado, los riñones, los ovarios trabajan día y noche, sin descanso, jornada plena que tiene su derecho a la protesta cuando quien los porta exagera o no está en paz consigo mismo desconociendo las leyes asignadas en el momento de su nacer humano.


PROYECTO PARA UNA VEJEZ IDÓNEA

Vueltas y vueltas, circunvalaciones en las que se fijan imágenes, pensamientos vagos y años de buscar sentidos. Se sabe o no se sabe. Llega un momento en que la ilusión se acabó y entonces las respuestas de los viejos son concretas. Algo de locura, un poco de viento, esto era todo, se anda con sumo cuidado y se sonríe poco. Los llamados viejos han acumulado amores y odios y se encorvan por el peso de tales responsabilidades. Ocultan a los que crecen lo que saben y el secreto se transforma en enigma.
Imposible imaginar el dolor futuro y cuánto cansancio me provocará el desgaste. ¿Se me caerá el pelo? ¿Perderé los dientes? ¿Pensaré que el mundo es peor de lo que ahora creo? Trato de llevar al extremo mi pesimismo casi innato: Una foto tomada a los ocho meses, sentada en cochecito de paseo, me muestra con expresión escéptica, traducción más madura del gesto de un “puchero”. Detrás de la foto, mi madre anotó la fecha, 6 de agosto de 1945. Ese día, mientras manos amorosas me desplazaban por los senderos del paseo, la ciudad de Hiroshima había sido destruida y mi rostro de bebé parece haber leído la noticia, antes de que me bañaran, perfumaran e instalaran en el cochecito. Soy  una mujer nacida en épocas de holocaustos, me concedo reservas para la sonrisa ingenua.

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